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Puede sorprender a algunos que Edward Hopper (1882-1967) tardó más de 40 abriles en entregar más de una pintura. A lo grande de la lapso de 1900 experimentó constante frustración e incertidumbre, deambulando entre Europa, Nueva York y Nueva Inglaterra en un intento por cultivar una voz distintiva. Impulsado por un ethos individualista tenaz, Hopper rechazó afiliarse a los movimientos artísticos existentes y se convirtió en poco atípico, languideciendo en la oscuridad y sobreviviendo con la ilustración comercial mientras sus antiguos colegas de la escuela de arte lograban las ventas y el gratitud que anhelaba. Luego, en el verano de 1923, se dirigió al pueblo costero de Gloucester, Massachusetts, un refugio popular para los artistas, y todo cambió.
Este punto de inflexión es el foco de una nueva exposición, Edward Hopper y Cape Ann: iluminando un paisaje estadounidense. Comisariada por Elliot Bostwick Davis y presentada en colaboración con el Museo Whitney de Arte Estadounidense, reúne más de 60 pinturas, grabados y dibujos para examinar cómo, durante cinco veranos, Cape Ann proporcionó a Hopper los medios visuales, culturales y personales para recuperarse. su fortuna artística y definen su estilo sazonado. Se incluyen siete obras de la esposa de Hopper, Josephine (Jo) Nivison Hopper, que era intérprete por derecho propio. La influencia y la contribución de Jo es un foco central de la exposición, ya que fue en Gloucester durante el verano de 1923 que Edward y Jo, quienes se habían conocido como estudiantes de Robert Henri en la Escuela de Arte de Nueva York, comenzaron el compromiso que los llevaría a su bodorrio y sociedad creativa de por vida.
Davis explica cómo la exposición y el catálogo que la acompaña “representan el primer enfoque extendido sobre los cinco veranos del intérprete en Gloucester, combinando evidencia visual y la reconsideración de fuentes publicadas… para reformular el papel de la colega pintora y futura esposa Josephine Verstille Nivison como la maestra creativa de Edward Hopper. , socio y productor.”
A través de varias parejas, el software explora el vestido de Edward y Jo de pintar uno al costado del otro, así como el impacto potencial que la pintura de Jo podría sobrevenir tenido en la de Hopper. Sobre la almohadilla de la investigación fundamental de la biógrafa de Hopper, Gail Levin, sobre Jo Hopper, la exposición destaca el impacto fundamental de Jo en la trayectoria de Hopper, incluida su acogida del medio de la acuarela por sugerencia de ella y su gestión para su inclusión en una exposición en el Museo de Brooklyn, donde la traspaso de su acuarela de 1923 The Mansard Roof sirvió como catalizador para su encumbramiento a la triunfo.
En todo momento, Davis defiende Cape Ann como el entorno formativo esencial de la carrera de Hopper, argumentando que a lo grande de los cinco viajes que Hopper realizó allí entre 1912 y 1928, superó una dificultad evidente en su trabajo preparatorio, encontrando inspiración en la edificio vernácula y el paisaje de Gloucester para desarrollar una iconografía estadounidense distinta basada en la conmovedora convergencia de la luz y la forma.
• Edward Hopper y Cape Ann: iluminando un paisaje estadounidenseMuseo Cape Ann, Gloucester, 22 de julio-16 de octubre
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